Al miedo es mejor mirarlo de frente: con la cabeza bien alta y sin titubeos.
Tajante, desafiante y duramente. Da igual que duela.
Aunque ese miedo esté personificado en lo más importante y te haga temblar sin mencionar una sola palabra.
La verdad sea dicha: Si amas a una persona, no deberías tenerle miedo.
Haz que el miedo te tenga miedo a ti. Que cuando te vea aparecer, te sienta tan fría y distante que le des pánico.
jueves, 2 de junio de 2011
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