Hoy, tras una mañana amarga y con un par de sinsabores que Dios sabe que no esperaba, me has hablado.
Me alegraste la tarde con tus cosas, tus quehaceres, tus preguntas y tus risas. Pero te pregunté, casi sabiendo la respuesta, intuyéndola. Decidida y preparada para saberlo.
Hoy. Precisamente hoy me lo has dicho. Cuando aún siento tu respiración a mi lado.
Has sido sincero, como siempre. Esta tarde, una vez más.
Detesto esos motivos. Los odio. Me repugnan las cifras, siempre las aborrecí...ahora aún más cuando sé qué me separa de ti.
Esta tarde, que aún saben mis labios a tu boca. Que aún vislumbro tu silueta en la noche.
Y sobre todo, si estuviera más cerca. Y yo idiota, que pensaba que lo estaba. ¿O es que no estoy al lado de tu corazón?
Qué tonta. Tú eres el racional de los dos. Lo siento. Por poco lo olvido. Sentirme físicamente es un punto que gané como enemigo desde que te conocí.
Y yo soy la niña que te demuestra madurez. Con la que compartes más de lo que esperaste y crees. Pero también soy la mujer joven que se derrumba y llora.
Y tú no tienes ni mis sueños, ni los cuentos de princesas que una vez me confesaste que me hicieron daño. Ni mis 20 años. Esos que, realmente, ni yo aún tengo.
Hoy exactamente.
No me lo digas. Al menos hoy no.
Espera a que sea mañana. Retrocede hasta ayer. Dolería igual, pero no sé, hoy no lo quiero saber. Aunque ya lo intuía, saber a medias a veces me consuela.
No me lo digas ahora. Te lo pido, cielo.
Perdona pero hoy no, por favor. No me jodas con tus verdades, y no lo digo para que te enfades.
Es que, ¿sabes mi amor?, hoy no estoy de humor.
martes, 23 de febrero de 2010
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