A menudo prejuzgamos, analizamos sin motivos, sentenciamos pensamientos amargos que creemos justos, ciertos y sinceros, y cuando llega el momento y vemos lo equivocados que estábamos, nos sentimos culpables y las tornas cambian.
No serías capaz de eso. Ya. Posiblemente tampoco seas capaz de quererme tanto... o sí. No pierdo la esperanza: contigo creo que voy conquistando terreno, y ya tengo mucho capturado en él. Sólo queda alguna parte. También la más difícil.
Pero, ¿quién sabe?
Quién iba a decirme a mí que me enamoraría de ti. Aunque eso era más evidente, al menos para mí. Casi desde un principio lo intuía.
Y quién iba a decirte a ti que sentirías esto por mí.
Mientras tanto espero que el resto no sea tan doloroso.
Seguiré intentando dejar a la racionalidad lo más lejos posible de ti y seguiré ingeniándomelas para descolocarte. Siempre, como tú dices, en el buen sentido, para que continúen creciendo las razones que te acercan a mí.
lunes, 22 de febrero de 2010
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